31-Julio-2009.
El peso de la toga.
Basilio Hermoso. |
Colaboración
publicada en la sección "Reflexiones con la Toga"
correspondiente a la edición de Julio-2009 de la
revista Fundamentos
de Derecho, del Ilustre Colegio de Abogados de Cáceres.
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Cuantas
veces hemos repetido, repetimos y repetiremos el hábito
cuasi-mecánico de ponernos la toga; desde la primera vez,
el día de nuestra jura, en un acto cargado de simbolismo,
que reiteramos antes de cada intervención ante los
tribunales de justicia, la toga permanecerá
indisociablemente unida a nuestra profesión, nos acompañará
siempre. Pero nos hemos parado a reflexionar sobre el
significado de tan sobria y tan austera prenda que nos
distingue y nos identifica como depositarios del saber jurídico
y de una función social capital y fundamental en
cualquier Estado de Derecho. Entre nosotros, compañeros,
ni nos distingue ni nos separa, sino muy al contrario nos
iguala, independientemente de nuestra mayor o menor edad,
experiencia o inexperiencia, sexo, religión, raza...., lo
que debe trascender, como no podía ser de otra manera, a
nuestra propia “vida colegial”, informada y presidida
por nuestras normas deontológicas.
Por
otra parte, respecto a los otros agentes intervinientes en
el sistema de JUSTICIA que “comparten”
tan ilustre prenda, en concreto los jueces, los fiscales,
los secretarios judiciales y los procuradores, tampoco
existen diferencias apreciables a los ojos de los
justiciables que, en muchas de sus comparecencias ante los
estrados, para explicar su nerviosismo aluden al “miedo
escénico” que provoca nuestra presencia ataviados
todos “de negro”.
Pues bien, a pesar de ello y de que es indiscutible que
los abogados, junto con los demás agentes citados a los
que hay que añadir los funcionarios de justicia, somos
una parte del todo,
la Justicia
, no es menos cierto que nuestro “peso”
en ella, es una opinión muy personal, no es proporcional
a lo que representamos; me explico, la reciente huelga de
los jueces y las nuevas convocatorias de movilizaciones
previstas para este año ponen de manifiesto lo que acabo
de afirmar: Si bien nuestro CGAE comparte la mayoría de
las reivindicaciones de los jueces decanos y de los
representantes de las asociaciones judiciales, son ellos
los que encabezan y lideran ante el gobierno la iniciativa
de la reforma de la justicia, pese a que nosotros, los
abogados, como otros muchos sectores, venimos demandando
desde hace décadas unas reformas estructurales que
propicien el reconocimiento “legal” para los
ciudadanos y los justiciables en general de sus derechos
plasmados en la “Carta de los Derechos de los Ciudadanos
ante la justicia” aprobada el día 16 de abril de 2002
por todos los representantes de la soberanía popular. De
nuevo, a mi parecer equivocadamente, cada agente funciona
individualmente no sólo en la defensa de las
reivindicaciones que le son propias sino que se erige en
defensor exclusivo y adalid de la causa, la reforma de la
justicia, cuando las propuestas de su reforma estructural
e integral ocupan y preocupan a todos los agentes
intervinientes en el sistema como partes del todo, pero
que no funcionan ni armónica ni coordinadamente como una
única voz, lo que le resta la fuerza necesaria ante los
responsables políticos para que acojan todas las
pretensiones y se decidan de una vez por todas a acometer
la tan anhelada reforma. Los datos son escalofriantes: De
los 142.927.000 millones de euros del presupuesto general
del estado para el año 2007, solamente 2.992.615 millones
de euros van destinados a justicia, de los que 1.618.225
millones de de euros se destinan a las Comunidades Autónomas,
1.305.400 millones al Ministerio de Justicia y 68.990
millones de euros al Consejo General del Poder Judicial;
hay en España 9,4 jueces por cada 100.000 habitantes,
mientras que la media europea es de 19,8 jueces, llegando
países como Alemania a una envidiable media de 26 jueces
por cada 100.000 habitantes; 8.500.000 asuntos nuevos
ingresan cada año en los tribunales españoles, 2.500.000
asuntos quedaron sin resolver en 2007 según el Consejo
General del Poder Judicial y casi 2.000.000 millones de
sentencias se encontraban pendientes de ejecutar ese mismo
año. A ello debemos añadir las conclusiones de una
reciente encuesta realizada por Metroscopia a una muestra
representativa de 1.200 españoles para el Primer Barómetro
del Observatorio
de la Actividad de la Justicia, en la que un 71% considera
que para mejorar el funcionamiento de nuestra justicia lo
más eficaz no sería incrementar el número de juzgados,
sino dotar a los ya existentes de mejores medios técnicos;
que la mayoría prefieren, en general, no acudir a los
tribunales para resolver los conflictos de relativa
importancia y hacerlo a través de mediación o arbitraje;
los españoles consideran como duraciones excesivas de
resoluciones de asuntos todo lo que sobrepase los tres
meses; y por último, los españoles sitúan el gasto en
la Administración de justicia en la cola de las
preferencias (noveno puesto de doce posibles).
Este
panorama desalentador debe hacernos reflexionar a todos,
primero asumiendo las críticas de la sociedad al
funcionamiento de la justicia, de la que recordemos somos
parte activa y esencial, sin que lleguemos a
individualizarlo y centrarlo en otro colectivo al que
miraremos de soslayo por ello, y segundo debemos tener una
participación activa que contribuya eficazmente a la
mejora de la justicia con aportaciones que propicien una
posición común y unas decisiones colectivas que
mediaticen y obliguen al responsable político a actuar.
Ahora y de aquí a dos años aproximadamente, tenemos una
oportunidad de oro con ocasión de las transferencias de
las competencias en materia de justicia a nuestra región,
que debe de ir más allá de la estricta cuestión
monetaria y presupuestaria, aunque no hay que desdeñar su
importancia, en la que todos los agentes implicados en el
sistema de Justicia deberían estar presentes y actuar
coordinadamente. Hagamos valer nuestro “peso”,
tengamos el protagonismo que nos merecemos, ni mayor ni
menor, para contribuir a resolver el problema de la
justicia velando siempre por los intereses de los
ciudadanos que están por encima de todos los demás,
aunque sean legítimos, lo que redundará, no me cabe la
menor duda, en una mayor calidad democrática de nuestro
Estado de Derecho.
Basilio Hermoso Ceballos
- Abogado -
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